Seguimos en blogger

Como no nos cierran el Blog, de momento nos quedamos allí.

Así que a riesgo de marear a alguien (perdones miles)seguimos estando en:

 

http://iruymartina.blogspot.com/

 

Un afectuoso saludo para todos los que os paséis por aquí.

Hello world!

Welcome to WordPress.com. This is your first post. Edit or delete it and start blogging!

>Un encuentro inesperado

>

A veces, (pocas, muy pocas), se producen encuentros hermosos con otros seres humanos. Hace poco gozamos de uno de «esos» encuentros escasos y maravillosos, y yo me siento obligada a contarlo, porque esta gente se merece mi reconocimiento personal. No sólo vamos a contar los «encontronazos» que tienes en el 99% de las veces que te topas con alguien que se cree que lo sabe todo y se permite todos los lujos y todas las licencias del mundo para decirte todo lo que estás haciendo mal con tus perros y todo lo que «deberías hacer» con ellos para que «sean felices». Para todos estos, una pedorreta bien, pero que bien grande. Para los otros mi reconocimiento y mi admiración porque saben valorarlos cómo yo lo hago.
Los domingos, siempre que podemos, bajamos a Avilés a comprar el pan con Iru y Martina, y aprovechamos para dar un paseín si el tiempo lo permite para disfrutar un poco de la ciudad sin prisas.
Pués bién, estábamos dando el paseín, y en el Parche, Alberto entró en el quiosco a comprar chuches para los guajes.
Yo, me quedé fuera con mis dos fieras, esperando, y, a los pocos segundos, me percato de que a unos metros de nosotros hay un señor parado que nos mira insistentemenete. Veo que se pone en movimiento y se acerca a nosotros. Retranqueo un poco, me tenso e instintivamente me preparo para el habitual asalto mientras pienso: ya está aquí el listo de turno. Se queda mirando y capto algo en su mirada, que de primeras no se explicar. Es un señor en edad de estar jubilado hace tiempo. Con acento de no ser de Asturias (castellano, manchego, extremeño…supongo) se dirige a mi y me dice:
-Se parece a mi Loli
-Ah!…Tiene usted una galga…
-No…ahora no, se ríe. Hace muchos años. Cuándo yo era un chaval, tenía una galga que se parecía mucho a la tuya. La teníamos en casa, pero no para cazar. Dormía conmigo, en mi cama, y no me perdía de vista ni un minuto. Iba detrás de mi a todos los sitios.
Todo esto me lo va contando mientras acaricia con una ternura inmensa la cabecina de mis perrinos. Ellos se dejan querer, cómo adivinando que es buena gente. Hasta Iru, que los que lo conocéis sabéis que es poco amigo de los afectos, se rinde a la mano que lo acaricia con tanto amor. Saben diferenciar perfectamente a las personas, eso lo tengo claro.
-¿Estos son de los que los cazadores ya no quieren? me pregunta.
-Mas o menos, le digo.
Advierto mucho pesar en su gesto por mi contestación. Y me sigue contando su historia.
La galga, no era para cazar, nunca he cazado, pero tenía un instinto brutal y cuándo salía al campo era muy facil verla regresar con una liebre. ¡La de hambre que nos quitó en casa mi Loli…!. Hubiéramos pasado mucha más hambre que la que se pasaba por aquella época en un pueblo pequeño. Hasta que pasó lo que pasó… y un día, en época de nieves, cuándo los galgos no pueden cazar, nos la trajeron a casa dos guardas con una liebre. Nos preguntaron si era nuestra, y delante de todos, le pegaron dos tiros, y me la mataron allí mismo los muy sinvergüenzas. ¡La lloré tanto…!
Yo me quedé muda, sin saber que decir, pero sintiéndome tremendamente mal por haberlo juzgado de antemano sin haber cruzado una sola palabra con él, acostumbrada a las mismas historias de siempre.
Me quedo con lo bonito del encuentro. Nos despedimos, y doy fé que si hoy me lo volviera a encontrar posiblemenete no sabría quién es. No todo el mundo es igual. Este pequeño porcentaje de gente maravillosa existe, lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a oir tantas y tantas tonterías que a veces enterramos un poco la capacidad de ver otras cosas, pero las hay, y ojalá pudiéramos cruzarnos con ellas más a menudo.
 

>El Tajo nace en Asturias

>

-¡¡¡Martinaaaaa!!!
¡Ay, Dios, que ya lo vió!. Yo acudo presurosa a la llamada y miro con cara de alucinada al suelo como que nunca he visto mi río particular que acabo de plantar en medio de la cocina y por todo el pasillo.
Pa más inri, Juana lo pisó, resbaló…y casi se esgoncia.
-¡Pero chica, pero si no hace siquiera dos horas que estabas por la calle! ¡Eres una gochona!…
Y yo, no se lo que es eso de gochona, pero me suena muy, pero que muy ofensivo. Tampoco es pa tanto la cosa.¡Vaya días que llevamos, nena!, me dicen. Y es cierto; ayer, no me aguantaba más y me hice pis en el colchón de mi cama. Hale, todo pa la lavadora, que casi no daba vueltas la probe con el mamotreto aquel dentro que la llenaba toda. Hasta que me seque el colchón me pusieron un edredón viejo muy doblado y me gustó bastante.
Ante lo de hoy…pués que voy a decir, no tiene explicación, se me escapó y ya está…Digo yo que será el frío, que hace mucho y provoca que mi vejiga se mueva más a menudo de lo normal. ¡Con lo limpina que soy yo!
Menos mal que se les olvida pronto. Y a mi también. Voy a echar la siesta pa dar tiempo a que se olvide del todo.
Lo que tengo muy claro, es que no les gusta mucho tener una corriente continua en medio de casa, y yo no meo por los rincones, no…allí dónde me aprieta lo suelto, y voy andando y meando. Por eso mis ríos particulares son de gran caudal y más largos que el Tajo.
Y, cómo no te acostarás sin saber una cosa más: lección de Geografía Canina. Por si no lo sabéis, el Tajo nace en Asturias, justito, justito en medio de nuestra cocina.

>La galguina de Albertín.

>

Contra todo pronóstico canino (el mío), Martina hace tiempo que ha decidido a quién pertenece y se ha entregado en cuerpo y alma a Albertín.
¿Porqué? Yo, lo tengo muy claro, creo que es por dos razones. Una, porque son los dos igual de pesaos. Y dos, porque tienen una extraña fijación por los objetos de forma esférica. Ya sean pelotas, balones, bolas de papel…(cuándo Juana se enfada y desaparecen las pelotas, con un par de folios bien apretadinos les vale también), o cualquier cosa de forma semejante y que ruede por el suelo.
Son incansables. Así está nuestro pasillo, que parece la pista de pruebas de un todoterreno. Si la pelota va rápida, Martina corre cómo una loca detrás de ella y muchas veces acaba frenando contra la puerta del baño pequeño. Si la pelota va lenta, pués corre cómo una loca también, pero a mitad del camino va derrapando y va dejando la marca de «sus neumáticos» por el camino. Yo, observo prudentemente desde lejos, y a veces me animo a echar también una carrerina por el pasillo…pero una o dos, que yo no aguanto la caña de ellos ¡¡buff, me estoy haciendo viejo!!
Además, ella, cuándo me ve a mi correr un poco, interpreta que…¡¡hay guerraaa!!, viene hacia mi y me emburria, me pega con las patas de delante, pone el culo en pompa pa que le siga el juego y entonces yo me agobio un montón y me voy. A mi ritmo, que con el de ellos no puedo.
Cuándo Alberto por las mañanas sale para el cole, ella es la primera en despedirlo. Cuando vuelve, pues también es la primera en recibirlo, y tienen un ritual, que es el siguiente: el entra por la puerta, echa a correr y se para en seco…entonces ella llega a toda velocidad, frena y brinca para arriba cómo si fuera una rana, y en un ejercicio de perfecta coordinación, en la décima de segundo que dura cada salto que da, en el punto más alto, saca la lengua y aprovecha para chupetearle la cara un poquitín. Ella, feliz. Él, pa que os voy a contar.
Cuándo los ánimos ya están un poco calmados, entonces entro yo en escena. Saludo, él me rasca detrás de las orejas….yo meneo el rabo…y tan amigos.
En fín, creo que ella ha tomado la decisión correcta, porque son tal para cual. ¡Menudas dos patas para un banco! De esta manera se entretienen entre los dos y a mi me dejan un poco en paz.

Lo dicho… ¡creo que me estoy haciendo viejo!.

>Bye, bye, Navidad.

>

Hoy, se clausura oficialmente la Navidad, ¡gracias a Dios!. Digo esto, porque aunque para los de dos patas se ve que es un tiempo muy feliz (se les nota), a nosotros nos resultó bastante agobiante. Por lo menos eso me pareció a mi, que es mi primer año de Navidades «en familia».
La casa se llenó de gente por todos lados, todo el mundo nos acaricia y nos rasca las orejas. Nosotros hacemos gala de una paciencia infinita… (no nos queda otra, porque están por todos lados y no tenemos dónde escondernos, que si no…). Encima nos quitan nuestras camas del salón y ponen en su sitio una mesa grandona, dónde se sentaron a comer y cenar. Cosa rara, porque ellos siempre comen en la cocina. Además, no nos dejaron arrimar la nariz a la mesa, ¡con la de cosas ricas que había puestas encima!. Muchas cosas yo no se ni que eran, pero apetecían sólo por lo bien que olían.
Y, cómo nos negamos en redondo a estar sólos en la cocina y dimos la coña bastante…por aclamación popular nos volvieron a poner las camas en su sitio. Un poco más apretadas, eso sí, pero allí, con ellos. ¡No nos perdemos la jarana nosotros por nada del mundo! Y así en armonía (apretada), transcurrieron las comidas y las cenas. Gente que se levanta, gente que se sienta, platos p’acá, platos p’allá, comida, comida y mas comida (parece que no comieran nunca) Todo pa ellos, a nosotros ná de ná.
De repente, desde mi puesto de vigía, atisbo debajo de la mesa una grande y jugosa miga de pan. Entonces, cual soldado de cuerpo de élite, me arrastro sobre el pecho por el suelo, me cuelo por debajo de la mesa, sorteo un mar de piernas, y…¡que desilusión más grande!¡sólo es una bolita de papel de servilleta! Oigo: «¡Martina! ¿Que haces ahí abajo?»…y yo, salgo pitando de debajo de la mesa y me enrosco en mi cama.
Este trajín lo tuvimos que aguantar estoicamente dos días y dos noches. El día que se comen uvas por la noche decidimos que ya estaba bién de tanta emoción y nos fuimos los dos (por decisión propia, que conste) a dormir a la cocina que creo que tanto ruido nos sienta mal.
Hoy por fin, se acabó todo (creo). Volvieron a venir todos a casa, pero ¡gracias a Dios! no se quedaron a comer. Intercambiaron regalos, se dieron un montón de besos, y… ¡hala!, cada mochuelo a su olivo.
Tengo que decir que cómo experiencia nueva probamos una cosa que se llama turrón, y pa que voy a decir a que sabe, ¡a gloria bendita!.¡Que pena que no nos lo den más a menudo!
Para nosotros no hubo regalos ¿se les olvidaría a los tres de las barbas? Pués de eso nada, me voy a proponer aprender a escribir y el año que viene les mandaré mi propia carta, para que no se les vuelva a olvidar.
Ahora, la tranquilidad vuelve a nuestra casa, y nuestra rutina retorna a ser la misma de siempre. Dormir, sin que nadie nos moleste, que bastante sueño hemos perdido estos días.
¡Hasta el año que viene, Navidad!

>FELICES FIESTAS PARA TOD@S

>

>Vivir en Asturias

>

Vivir en Asturias es cómodo, pero a la vez un poco complicado para nosotros. Aquí sería imposible otro color que no fuera el verde.
Hay que ser medio pato o medio rana y a nosotros que somos de secano…no nos gusta mucho. Bueno a todos no nos afecta por igual. Yo, que llevo mucho tiempo viviendo aquí (tanto, tanto, que ya no recuerdo cómo era el tiempo en el sitio dónde nací), lo llevo con más o menos resignación y lo voy sobrellevando; pero Martina, la pobre, no se lo toma con tanta filosofía cómo yo.
Encima, este año, los del tiempo nos dijeron que iba a ser un otoño cálido y seco…Pués no acertaron ni en lo uno ni en lo otro. Ya pasamos más frío que los osos polares, y de agua…pa que vamos a hablar, cómo sigamos así, vamos a criar pelo verde. Todo el santo día con abrigo (nosotros), y paraguas (los de dos patas).
Y mientras, sigue lloviendo, y Martina que no se acaba de dar cuenta de que es lo que nos toca, a pasarlo mal. Ella ha decidido hace tiempo que lo de mojarse las patas no le gusta mucho, pero le gusta menos que el agua le caiga por encima sin parar. Entonces, se arrima todo lo que puede a las piernas del que porte el paraguas y se niega a salir de debajo de la protección. Se niega en redondo a hacer pis, y aunque esté reventando de ganas, no lo hace, y de esta manera los paseos nocturnos bajo la lluvia se pueden hacer eternos. Y una de dos: o estamos aguantando el tirón bajo el aguacero hasta que la señorita mea, o nos subimos pa casa un rato y volvemos a salir más tarde.
A veces , se niega en redondo y hace una cosa bastante rara (por lo menos a mi me lo parece). Aunque estén cayendo chuzos de punta, se sienta en medio del prao, y se pone pingando, pero mear no mea. Es cómo una rebelión silenciosa. Deberían hacer paraguas pa perros, pero no se cómo los podríamos sujetar, que no tenemos manos cómo ellos (gran invento ese del paraguas).
Me supongo que con el tiempo, Martina acabará dándose cuenta de que cuándo llueve, es mejor hacer «nuestras cositas» rápido. Cuánto más rápido lo hagamos más pronto volveremos al calorín de casa. Mientras, yo, que hago pis rápido porque lo sé…me trago las mismas pingaduras que la señorita Martina.
Dice un refrán que uno «no es de dónde nace, sino de dónde pace». A nosotros nos toca pacer en el «paraiso natural», por lo tanto es lo que nos toca (y contentísimos que estamos a pesar del agua).

>Y hoy de menú… pienso con piedras

>

Yo, soy de buen comer. Si dijera lo contrario estaría mintiendo. ¡Qué le voy a hacer! Me jalo todo lo jalable, o sea, que todo lo que mi estómago acepte… para mi está bien. No voy a hablar de mis gustos escatológicos, que supongo que serán reminiscencia de mis malos tiempos por el vertedero, digo yo. No soy muy fina comiendo, no, pero marrana tampoco. No contaré cosas desagradables.
La historia es, que me vale todo y cómo dice Juana: «parece que no te damos de comer y te matamos de fame». Y además tengo alguna que otra costumbre a las que me dedico cuándo no me ven, como por ejemplo, limpiar el suelo de la cocina con la lengua. Me encanta. A cualquier molécula que pueda quedar adherida a las baldosas, le saco provecho.
Otras veces, soy más osada y aguerrida y me atrevo a cosas más «peligrosas». Es algo, que cuándo lo hacía al principio me pillaban volando. Pero ahora pocas veces lo hacen. He pulido mi estilo y soy supersilenciosa. Pero el otro día pasó…y no lo he vuelto a hacer porque se enfadaron conmigo ( aunque puedo decir que se les pasa muy pronto). Os cuento: Después del desayuno, a veces no se sacude el mantel nada más terminar porque andan un poco acelerados por cuestiones de tiempo. Entonces, yo, aproveché la circunstancia del trajín, y sin que nadie me sintiera ni me viera, me encaramé encima de una banqueta y desde allí, con dos patas en la banqueta y las otras dos en la mesa me dispuse a dejar tan limpio de migas el mantel cómo me fuera posible. Pero, la mala suerte quiso que Juana entrara por la puerta de la cocina pillándome «in fraganti». Me dió dos azotinos en el culo. De esos que no duelen en el cuerpo pero si en el alma. Me llamó gocha y marranona.
Yo, sentí que me tragaba la tierra, y, corriendo fui a enroscarme en mi cama y me dediqué a mirarla con esa cara de cordero degollao que sólo yo se poner. Esa cara que dice…»no lo volveré a hacer, pero es que la tentación era tan grande!!!» Y por supuesto, yo cumplo mi palabra y de momento no lo volví a hacer, pero porque no quiero que me pillen otra vez (por lo menos de momento). De todas maneras, no se de que se quejan. El mantel quedó como recién sacado de la lavadora y no entiendo porqué, pero volvió otra vez a ella.
Pues todo este rollo viene a que soy una «fartona» incorregible, y que lo aspiro todo pa dentro cómo hace un oso hormiguero. Saco mi tubo de succión que es la lengua… y todo p’alante. Lo malo de esto es que trago sin masticar. ¿Sabéis cómo hacen los hamsters que acumulan la comida en los papos? Pues algo parecido. Hago cómo las palomas buchonas. Acumulo, acumulo y acumulo pienso sin masticar en la garganta y hasta que se me abre el estómago lo paso francamente mal, porque aquello no va ni p’arriba ni p’abajo.
Entonces, la semana pasada, que fuimos al vete a pesar a Iru, que estuvo muy malín del estómago y perdió mucho peso (5 Kg. ni más ni menos), se lo comentaron a Juanjo (nuestro vete), y les dijo que me pusieran unas cuántas piedras grandes entre el pienso para que no pudiera engullir mucho de golpe.
Según ellos, funciona, según yo, lo único que me hace es perder tiempo, porque yo sigo sin masticar, pero claro, por lo menos no me ahogo.
Y desde entonces, ese es mi menú diario. 
Pienso con piedras, pienso a la piedra, pierres avec pienso, stones with pienso… Las variaciones son infinitas, pero todas saben igual.

>Iru, Martina y las camas

>

A ver, en esta casa tenemos un serio problema desde que llegó la pipiola de Martina. Me explico: yo siempre tuve colchones de cuna para estar cómodo; grandes para poder estirarme bien y repanchingarme a gusto. Vamos, que no había probado yo las mieles de las camas redondinas, cálidas y recogidas en las que enroscarse cual ensaimada perruna.
Pués bien, cuándo llegó Martina, le cedí gustosamente (¡ejem, ejem!) uno de mis colchones con forro fresquín para el verano y otro más calentín para el invierno. Pero cómo era muy grande, Juana y Alberto le compraron una camita redonda para que se sintiera mas a gusto. Probar aquello fué mi perdición. Decidí que me gustaba más la cama que la colchoneta. Yo, me enroscaba cómo podía, y me incrustaba allí a presión, cómo si fuera un galgo en lata.
Entonces, ante esta tesitura, compraron otra cama redonda más grandona pensando que esa era la solución, pero Martina no quiso cederme la suya que me gustaba más, y cuándo hacemos la última salida del día, la entrada en casa se convierte en una carrera de obstáculos.
Entramos los dos corriendo cómo locos,derrapando por la cocina para ver quién es el ganador por derecho de ese oscuro objeto de deseo que es para nosotros la cama piquiñina. Después de que la alcanzamos, pueden pasar dos cosas: que Martina ponga las dos patas delanteras dentro y se haga la loca mirando al techo y espere a que yo me retire. A veces, yo también pongo las patas dentro cómo ella, así cómo en un duelo y aguanto hasta que se rinde y me deja la cama pa mi solito. Entonces, y sólo entonces empiezo las maniobras de acoplamiento a la cama, que son harto complicadas. A veces, me queda medio cuerpo fuera… pero después de haber vencido en este duelo psicológico… no dejo yo la cama pequeña ni chiflao.
La otra cosa que puede pasar es que ella corra más que yo y que tome posesión. Cómo ella siente el culo y me mire de frente… entonces estoy perdido del todo. Ya no es tan sutil, y no se hace la loca, no… Me mira fijamente con el culo apalancao dentro cómo diciéndome: «si das un paso más, te doy un ñasco en la nariz que te vas a enterar»; y ante esta peligrosa situación, yo me retiro prudentemente a la otra cama por si acaso.  Esto provocaba muchas risas entre nuestra familia humana, y cómo se percataron de que la situación no se iba a solucionar facilmente tomaron una salomónica decisión: «ni pa ti, ni pa mi». Se aflojaron el bolsillo y nos compraron dos camas de plástico del mismo tamaño, de esas de ponerles un cojín blandito.
Se acabó la diversión. Ahora estamos en igualdad de condiciones y se acabó el conflicto.

Anteriores Entradas antiguas